"En general, nada es lo que parece" (A. N. Choa)

domingo, 7 de agosto de 2011

23 - Ecos


No pude dormir.

Toda la noche estuve cavilando acerca de las pocas palabras que habían salido de la boca de Johnatan, sin poder llegar a una conclusión que me resultara satisfactoria.

Salí de madrugada a la calle con la intención de caminar un rato por la plaza, o por Cabildo, para ver si de esa manera, ventilándome un poco, y tratando de no pensar en nada, se me hacía algo de lugar en la mente para que las conjeturas que se me venían mezclando y superponiendo unas con otras se acomodaban con mayor prolijidad.

Pero mi caminata, que debería haber sido errática, se convirtió en un itinerario claro y preciso, como trazado de antemano en un mapa, y me depositó prácticamente sin que me diera cuenta en la puerta del bar.

Doña Moderación, que estaba levantando la cortina metálica, me miró con asombro y me dijo:
-Doctor ¡Se cayó de la cama!
-Es que es un lindo día para caminar, le contesté, sin pensar lo ridícula que debe haber sonado mi respuesta, considerando que todavía no había terminado de amanecer, y que además, estaba empezando a llover de nuevo.
-Si me espera un segundito que enciendo las luces, le puedo preparar un café con leche, si quiere. No le ofrezco medialunas porque todavía no llegó el repartidor de la panadería.

Le agradecí y entré detrás de ella.

Me senté en la mesa junto a la vidriera, y me puse a observar la rutina de la encargada, que se dirigió hacia el fondo del local, caminando entre las mesas, moviéndose en la oscuridad como un ciego lo haría en su propia casa, hasta que desapareció de mi campo visual. Entonces se escucharon tres chasquidos, a continuación de cada uno de los cuales se iluminó un sector del bar. Primero la cocina, después el mostrador, y por último el salón. Evidentemente estaba manipulando los interruptores del tablero eléctrico, que debía estar seguramente en algún lugar en esa área difusa que tiene como eje central a la escalera de caracol, y que de todos modos quedó en una semipenumbra.

Me llamó la atención que los pasos de Doña Moderación sonaban a hueco, y con un cierto rechinar, sonido que no encajaba con el piso de baldosas grises gastadas que tiene el bar desde que lo conozco.

Ví como, mientras esperaba que la vieja cafetera express levantara presión, se ponía a acomodar unas tazas y unos platos en fila sobre el mostrador.
Entonces giré la cabeza hacia la vidriera, y observé cómo, al otro lado de la avenida, Cosme, el frutero, bajaba cajones de una camioneta y los apilaba en la vereda.
No pasaban autos, y había un extraño silencio en el ambiente, interrumpido únicamente por los pasos de Doña Moderación, y por otro sonido, proveniente del sector donde está la vieja mesa de billar transformada en depósito de gaseosas, al que me costó identificar, pero que al cabo de unos minutos solamente pude asociar con algo que inmediatamente aparté de mi mente.

- Acá tiene, Doctor ¿Se siente bien?
- Digamos que sí. Un poco falto de sueño, nomás.
Me miró con una sonrisa cómplice. Vaya a saber qué se habrá imaginado.

- ¿Siempre abre tan temprano? Le pregunté como para desviar la conversación.
- Y, sí. Me gusta acomodar todo antes de que lleguen el cocinero y los chicos. A ellos les gusta dormir un poco más. Vió cómo es: cuando llegamos a cierta edad nos ponemos más madrugadores.

Me sorprendió cómo pasó de insinuar con su mirada que uno anda de jolgorio por las noches, a dar por sentado que compartimos los mismos achaques. Pero con tal de que no empezara con la cantinela del dolor de rodillas, preferí seguirle la corriente.
- Así es, señora. Debe ser porque uno anda más lento y se cansa menos, y entonces no necesita dormir tanto.

El café con leche estaba realmente bueno, y me lo fui tomando con la vista perdida y la mente en blanco, hasta que me percaté de que Doña Moderación se había quedado parada a mi lado, en silencio.
Entonces, irreflexivamente, tal vez porque el desayuno me despabiló de golpe, y no hubo tiempo de que se pusieran en marcha en mi interior los mecanismos que venían impidiéndome desde hacía unos días hacerle la pregunta cuya respuesta tenía miedo de escuchar, le espeté:

-Y dígame una cosa: ¿Qué es de la vida del mozo?

La mujer se sobresaltó y trató de disimularlo, pero no pudo evitar que yo lo notara. Tal vez de tanto interactuar con Anchoa, se me estaba contagiando algo de su extraordinaria capacidad para interpretar acertadamente hasta el gesto más sutil de su interlocutor de turno.
- Se tomó unos días de descanso, me mintió, sin mirarme a los ojos, mientras hacía, como si fuera un tic nervioso, el ademán de secarse las manos en el delantal. Entonces fue hasta la puerta del bar, y se puso a mirar alternativamente hacia una y otra esquina, poniéndose en puntas de pie y estirando el pescuezo.
- Ya debe de estar por llegar Svebor. - Es el que más madruga, dijo.
Ahora la que hacía todo lo posible por cambiar de tema era ella.

Mientras la observaba, me pareció escuchar cerca de la mesa donde yo estaba, un sonido agudo y de corta duración, que se repetía a intervalos bastante regulares. Entrecerré los ojos y me puse a escudriñar a mi alrededor, para tratar de descubrir cuál sería el origen de ese pitido, tan extraño pero a la vez tan familiar. Sólo logré localizar un poco más precisamente el área de donde provenía, a la altura de la puerta, unos dos o tres metros hacia adentro.

Pero ahí lo único que había era una mesa vacía, con dos sillas.

Pensé que la falta de descanso me había alterado los sentidos, y decidí retomar mi plan inicial de caminar un poco para despejarme.
Dejé un billete debajo del plato del café con leche, y salí a la vereda sin despedirme de Doña Moderación, que se había metido en la cocina.

La lluvia se había quedado en un amague, nada más, y  en el cielo empezaba a despuntar una claridad lechosa.

Antes de cruzar la avenida tuve como un presentimiento que me hizo dar vuelta.

Efectivamente. El cartel municipal que tanto me había llamado la atención dos días atrás, ya no estaba en la pared.

- CONTINUARÁ -

2 comentarios:

  1. Menos mal que había tenido la precaución de anotar lo que en el cartel decía, estimo que esa info será importante...

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  2. Estimado Etienne:
    Viendo en su perfil cuáles son sus películas favoritas, me atrevo a anticiparle que el rumbo que tomará la novela le va a resultar más que interesante

    Atte
    W.S.

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