"En general, nada es lo que parece" (A. N. Choa)

domingo, 15 de mayo de 2011

11 - Svebor


Como Candela estaba atendiendo las mesas de la vereda, me fuí para el fondo del bar, y me encerré en el baño. Me senté en el inodoro, saqué la hoja del bolsillo y le eché una rápida mirada. Enseguida comprendí que ni en una semana iba a poder memorizar esa lista de frases en ese idioma tan ríspido, sembrado de acentos raros, que parecen techos a dos aguas, o pajaritos volando por arriba de las palabras, y para colmo, al revés de lo que sabe cualquier niño de primer grado, puestos encima de las consonantes, y no de las vocales.

Así que decidí adoptar otra estrategia.

Me asomé por la puerta del baño, y pude ver que Candela seguía en la vereda, y que Johnatan y doña Moderación contaban un vuelto cerca de la caja registradora.
De un paso, me acerqué a la cocina, que está justo enfrente del baño. Me quedé parado frente a la puerta, pero del lado del pasillo, y con disimulo enganché el borde de la hoja en la ranura que se forma entre la pared y el marco, dejándola a la altura de mis ojos. El vikingo croata estaba de espaldas, encorvado sobre una olla, revolviendo algún menjunje con un cucharón enorme. Intenté llamar su atención con un chistido, pero el tipo no me escuchó, porque doña Moderación, como de costumbre, tenía la radio con Gonzalez Oro desafinando a todo lo que daba.

Entonces decidí empezar a usar directamente las frases de la lista del locutorio.

Di medio paso hacia atrás, para poder leer la hoja, pero sin perder al cocinero de mi campo visual.
Tratando de sonar lo más natural posible, probé primero con la que correspondía a "Buenas Tardes"
-¡Dobra večer, Svebor! (sobre la marcha se me ocurrió llamarlo por el nombre que me había dicho doña Moderación, como para entrar más en confianza)

Ni se dio vuelta, pero me pareció ver que se enderezaba y dejaba de hacer esos movimientos circulares con el cucharón.

Entonces, redoblé la apuesta. La segunda frase de la lista era "Cómo le va, amigo"
-¡Kako ste, prijatelj!

Casi interrumpo en la mitad, porque lo que estaba diciendo me sonaba como a insulto, sobre todo lo de prijatnosequé, pero ya estaba jugado.
La reacción del vikingo me preocupó, porque en cuanto cerré la boca, vi que soltaba el cucharón, y apoyaba lentamente la mano sobre la cuchilla que ya le había visto usar con una destreza inquietante, aquella vez que lo había estado observando a través del pasaplatos, mientras intentaba sacarle información a la encargada.

Pero, perdido por perdido, volví a mirar de reojo el papel, y me mandé con la tercera frase: "Qué interesante es su trabajo"
-¡Kako je zanimljiv posao!

Cuando vi que empezaba a girar hacia mí con la cuchilla temblándole en la mano, retrocedí otro paso, arranqué la hoja del marco de la puerta, y me la metí hecha un bollo en el bolsillo del saco.

Justo en ese momento se asomó al pasillo doña Moderación
-Cómo anda, Doctor! ¿Necesita algo?
-Sí! Prepáreme un sandwich de crudo en pan francés con manteca, y un porrón de cerveza negra. Lo espero en una mesa de la vereda.
Y salí caminando rápido hacia afuera, sorprendido por la rapidez con la que había reaccionado ante la aparición de la encargada.

Me senté en una de las sillas de lona azul, y me quedé pensando en que desgraciadamente, soy expeditivo únicamente cuando estoy bajo presión, y que si habitualmente tuviera esa facilidad para decidir, nunca hubiera contratado el servicio de Decisiones Express. Por lo tanto, tampoco se habría generado el altercado con Orellana aquel domingo. En consecuencia, Orellana tal vez no hubiera desaparecido misteriosamente. En ese caso, a lo mejor no me hubiera entrado la curiosidad que finalmente me llevó a querer averiguar el porqué de otros hechos no del todo claros que ocurrían en ese bar.

Miré hacia la vereda de enfrente, y ahí estaba la frutería de Cosme, como siempre.
No paraban de pasar autos y gente, pero de Anchoa, Pilín, Erec y el salamín, ni rastros.

Adentro, Candela y Johnatan hablaban y se reían, y el pibe tenía otra expresión en la cara y en los ojos. Parecía conectado con el exterior. Yo ya había notado el cambio que se producía en él cuando estaban juntos. Evidentemente, la chiquilina es la única persona capaz de rescatarlo de su nostalgia tanguera, aunque sea de a ratos.

Después de unos minutos, llegó Candela con su bandeja, la apoyó en la mesa, destapó el porrón, y me arrimó el plato con el especial de crudo y manteca.
-Que lo disfrutes!
-Gracias, señorita.

Tomé un sorbo de cerveza, y como hago cada vez que como un sandwich, antes de darle el primer bocado, lo abrí para ver el contenido. Es como una manía que siempre tuve, y que como casi todas las manías, no tiene ninguna utilidad. ¿Qué cosa extraordinaria puede uno encontrar adentro de un sandwich, como no sea unas fetas de fiambre, y eventualmente algún aderezo?

Pero esa vez fue distinto.
Ni bien aparté la tapa superior de pan, vi que prolijamente colocada sobre la feta de jamón, venía una servilleta de papel doblada al medio.

Miré para todos lados, la tomé entre los dedos, y la desdoblé.
Mientras leía lo que estaba escrito en la servilleta, noté que me empezaban a temblar un poco las manos.

Con birome azul, y en letra de imprenta dibujada como a las apuradas, decía:

"AYUDA POR FAVOR"


- CONTINUARÁ -

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4 comentarios:

  1. ¡Ohhh! De una historia costumbrista se va convirtiendo en una de intriga... De todas maneras, conserva las características del inicio y se suma el interés del lector por develar.

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  2. Caramba, no me lo hubiera esperado... esta trama se va volviendo compleja, se hizo larga la espera desde el cyber, ahora ya es desesperante.
    Gracias :)

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  3. Mire... desde que leí el capítulo por primera vez, empezó a irritarme las camareras que te dicen "dale" y "que lo disfrutes".
    buenísimo!!!

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  4. Recorcholis, santas cachuchas Batman, esto se está poniendo muy intrigante.

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